A todos los hermanos y hermanas de los oasis – realidades de la
Koinonía Juan Bautista

¡Un Niño nos ha nacido!

Queridísimos,

En esta Navidad del 2022, quiero con todo mi corazón, felicitarlos no solo deseándoles una “buena” Navidad sino una Navidad “felicísima”, dando a la palabra felicísima un contenido pleno, ese de la prosperidad que desde hace tantos años proclamo para todas las familias de la Koinonía Juan Bautista: plenitud de gozo, de paz individual, familiar y comunitaria, y de bienestar material, es decir, sin angustias económicas, sin preocupaciones. Expresándoles con palabras colmas de significado estos deseos, les aseguro al mismo tiempo que he orado y oro a Nuestro Bendito Señor: Él, con su potencia realice mi deseo y lo lleve a su cumplimiento en plenitud; Él es omnipotente y con la fuerza del Espíritu puede realizar verdaderamente éste deseo el cual creo con firmeza que es la voluntad del Padre.

Los invito como Fundador de la Koinonía a ponerse delante del invento genial de san Francisco, que es el Pesebre, y a dedicar tiempo para contemplar a los personajes presentes en el lugar en el que Lucas afirma que nació Jesús. El lugar es un espacio austero, sin todos los muebles propios de nuestras casas. Debo decir que es un lugar en general, pacífico, sin personajes o instrumentos que apelen a la violencia o a la fuerza bruta, sino que solicitan más bien la imagen de la chimenea del hogar, caracterizado por el calor, la armonía y la acogida festiva. Observando a los personajes, iniciando por María, inevitablemente se percibe la presencia de un amor tierno, dulce, que envuelve: rasgos del amor de madre. Esto nos invita a pensar que María es aquella que nos cubre y nos protege con su intercesión potente, por esto el pueblo cristiano desde hace muchos siglos la llama virgo potens. Ella está lista para socorrernos en toda situación incómoda en la que todos seguramente un día u otro nos encontraremos. Por lo tanto, el pueblo de Dios la ha llamado también auxilium christianorum, ayuda de los cristianos. Todos estos sentimientos, que la contemplación de María suscita en nuestro corazón, nos hacen comprender lo que la Iglesia proclama sobre Ella como verdad revelada: Mater Dei, Theotòkos, Madre de Dios, Mater Divinæ Gratiæ y Generatriz de Gracias.

Contemplando al Niño, nos surge espontáneamente pensar en la platytera ton ouranon (“más amplia que los cielos”). Aquél a quien el mundo no puede contener está presente en el seno de María, el Dios hecho carne, el misterio de la encarnación del Verbo, que exige ser recibido como verdad revelada, con asombro y acción de gracias.

Contemplando a José, se impone la imagen de una persona dócil, de un hombre siempre listo a confiar y a seguir lo que le viene dicho de lo alto, como emerge del Evangelio, y de un sujeto fuerte en quien se puede confiar porque su figura evoca robustez.

Concluyo invitándolos a orar delante del pesebre para que el Señor nos vuelva como a los niños, es decir, confiados en el Padre, seguros de la ternura de la Madre y deseosos de identificarnos con el Hijo, dejándonos guiar por el Espíritu para realizar junto a los demás, la Iglesia que es el cuerpo de Cristo, haciendo resplandecer una de las cuatro notas propias de la Iglesia, que es la unidad.

¡Muy Feliz Navidad!

Su p. Fundador
Ricardo