II DOMINGO DE CUARESMA (A)

Domingo 5 de Marzo de 2023
Mt 17,1-9

«Pedro aún estaba hablando, cuando una nube luminosa lo cubrió con su sombra. Y entonces una voz desde la nube decía: “Este es mi Hijo amado, en quien me complazco. Escúchenlo”».
(Mt 17,5)

Jesús llama a sí, llama aparte, en la cima del monte a Pedro, Santiago y Juan después de la proclamación de fe de Pedro en Cesarea de Filipo: “¡Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente!” (Mt 16,16). Justo después de este hecho, Jesús inicia a esclarecer las cosas explicando qué tipo de Mesías es Él. La palabra “Cristo”, de hecho, es de origen griego y significa “ungido” (por el Espíritu Santo) y corresponde a la palabra hebrea “mashiach”, mesías. En realidad, después de la “bella” proclamación de fe, Pedro se muestra sordo al anuncio del sufrimiento y la muerte de su Cristo: “ ¡…ésto no te sucederá jamás!”. Y bien, en el contexto de aviso previo de la muerte en la cruz y de las condiciones que Jesús dicta para quien lo quiere seguir, el Maestro mismo sube a un monte con los tres elegidos y se transfigura. Se trata, literalmente de una metamorfosis, un cambio radical de aspecto, en la presencia de los tres discípulos y de dos personajes del Antiguo Testamento: Moisés y Elías. El primero representa la ley, el segundo la profecía. Los dos hablan con Jesús. Ahora, mientras Pedro propone que se hagan tres tiendas, se alcanza el clímax del evento: la nube de la gloria del Señor envuelve la cima de la montaña, como en el Sinaí. La voz divina que se oye, nos reconecta con el bautismo de Jesús: “¡Escúchenlo!”. En Dt 18,15 está escrito: “El Señor tu Dios, suscitará para tí (…) un profeta como yo. ¡Escúchenlo!”. Jesús es el nuevo Moisés que lleva a cumplimiento la ley. El Mesías de Israel, abrió el camino de la salvación haciéndose obediente al Padre. ¡No basta con reconocer que Jesús es el Mesías! Es necesario recibir y vivir su mesianicidad, que no es triunfal en el sentido mundano (¡come quisiera Pedro!), sino que incluye el sufrimiento y el rechazo, sabiendo que la última palabra pertenece al Resucitado y no a la muerte. Este es el sentido de la Transfiguración.

p. Giuseppe