A todos los hermanos y hermanas de los oasis – realidades de la Koinonía Juan Bautista

¡Cristo ha resucitado!

Querida hermana y querido hermano:

Ha llegado de nuevo el tiempo que nos introduce y nos prepara para la fiesta de la Navidad. Este año ha sido particularmente significativo y ha estado marcado por eventos que han involucrado a la Federación entera.

Todavía está vivo en nuestros corazones el recuerdo del encuentro que los pastores hemos tenido al inicio del año en el santuario de Guadalupe en México. Acogiendo la invitación de nuestro Fundador, nos hemos unido a él (y cada uno estaba presente a través del propio pastor) para agradecer a la Madre lo que es y todo lo que ha hecho por nosotros en este tiempo. Consistió en una visita breve, pero intensa, donde hemos gustado momentos de profunda comunión entre nosotros.

El Congreso internacional fue el culmen de este cuadragésimo cumpleaños de la Koinonía. No sabiendo elegir un momento particular, hemos podido gozar de la alegría de estar juntos, de dar gracias al Señor, de ser confirmados y animados por nuestros obispos amigos y, sobre todo, de sentir y gustar juntos Su presencia. Una presencia discreta la Suya, pero envolvente, hasta tal punto que, independientemente de la edad, del ministerio o de la lengua, todos hemos sido atraídos y seducidos por Él y, ciertamente, no hemos regresado de Praga del mismo modo que fuimos.

Para los hijos de Israel, el “cuadragésimo año” por excelencia es aquel que está señalado por un hecho que marca un antes y un después en su historia: el paso del Jordán y la entrada en la tierra prometida, después de haber sido nómadas en el desierto.

El desierto ha sido un tiempo de purificación; ellos no entraron antes en la tierra prometida a causa del mal uso de la lengua, de la murmuración y de todo tipo de amargura que anidaba en su corazón y se traducía en un lenguaje desalentador incluso para aquellos que les oían.

El desierto ha sido la escuela en la cual han debido aprender a depender del Señor y a gestionar su libertad, en armonía con las reglas que el Señor les transmitía.

El desierto ha sido sobre todo un tiempo de cercanía del Señor a su pueblo, Él mismo les proveía el alimento según sus necesidades y, como dice la Escritura, según sus gustos: el primer verdadero “catering” de la historia. Todo sumado, las cosas no les iban tan mal.

Entonces, ¿por qué el pueblo ha sufrido esta estrecha dependencia del Señor si, como dice la Escritura, no le ha faltado nada de lo que necesitaba?

Porque eso que el pueblo necesitaba era mucho menos de aquello que quería o deseaba. Esta diferencia generaba murmuración y queja.

Todo esto es válido también para nosotros, Koinonía. Por eso es bueno que aprovechemos este tiempo de espera y que sintonicemos con el modo de actuar del Dios providente y con sus tiempos. Haciendo esto tendremos el corazón preparado y disponible para acoger el don de un nuevo nacimiento suyo en medio de nosotros. La madurez está precisamente en reconocer que todo viene de Él, recordándonos de dónde hemos venido y cómo hemos nacido.

Por tanto, que en este tiempo de Adviento nazca en nosotros, junto con la conciencia de nuestra dependencia de Dios, el deseo de ser solidarios con las comunidades y los hermanos y hermanas más necesitados, aprendiendo a compartir lo que el Señor nos ha donado, con generosidad y según nuestro carisma.

¡Con el corazón lleno de gratitud por los momentos vividos juntos en este año y con la confianza de que lo mejor aún está por llegar, te deseo una fructífera espera y una bendecida Navidad!

Plzeň-Valcha, 23 de noviembre de 2019

p. Giuseppe De Nardi
Pastor general