V DOMINGO DE CUARESMA (A)

Domingo 26 de Marzo de 2023
Jn 11,1-45 [Breve: 11,3-7.17.20.27.33b-45]

«Entonces Jesús, otra vez profundamente conmovido, se acercó al sepulcro: era una cueva, cuya entrada estaba tapada con una piedra. Jesús dijo: “¡Retiren la piedra!”. Le respondió Marta, la hermana del difunto: “Señor,tiene que oler muy mal: porque está ahí ya desde hace cuatro días”. Le dijo Jesús: “¿No te he dicho que, si crees, verás la gloria de Dios?. Cuando retiraron la piedra, Jesús entonces, mirando al cielo, exclamó: “Padre, te doy gracias, porque me has escuchado. Yo sé muy bien que siempre me escuchas, pero lo dijé por los que están aquí, para que crean que Tú me has enviado”. Dicho esto, gritó: “¡Lázaro, sal fuera!”. El muerto salió del sepulcro, tenía los pies y las manos vendados, y la cara envuelta en un sudario. Jesús les dijo: “Quítenle las vendas para que pueda andar”».
(Jn 11,38-44)

Cuando Jesús, que se encontraba en el valle del Jordán, recibió la noticia de la enfermedad de su amigo Lázaro, se entretuvo un par de días antes de partir para ir a encontrarlo, en Betania, cerca de Jerusalén. Cuando llegó, Lázaro ya había muerto, llevaba ya cuatro días en el sepulcro.

San Agustín, en su comentario al capítulo 11 del Evangelio de Juan, examina tres episodios de muertos resucitados relatados en los evangelios: la hija del jefe de la sinagoga, que aún estaba en la casa (Mc 5,41-42); el hijo de la viuda de Naín, al que llevaban al sepulcro (Lc 7,14-15); y, por último, Lázaro, que llevaba cuatro días sepultado. Compara estas tres muertes con tres grados distintos de gravedad de la condición de pecado. El caso de Lázaro es visto como una muerte del alma y una cadena de pecado por la que el pecador ya no puede hacer nada porque ahora está atado y enterrado; no puede salir de esta situación salvo por intervención sobrenatural.

También nosotros reconocemos que a veces experimentamos relaciones y situaciones en las que percibimos el mal olor de la infidelidad, la traición, la injusticia… y que pueden llegar a ser insoportables. Con una reacción típicamente humana nos inclinamos a decir: ¡basta ya, no puedo más! ¡Pongo una piedra para cerrar esta situación/relación y no volver a olerla!

Pero Jesús viene a desbaratar nuestra «Betania» que, según el significado del término, es la «casa de la pobreza»: ¡donde hay condición de pecado hay pobreza! Ordena quitar la piedra, y éste es el primer paso para poder ver la resurrección.

¿Qué hacer entonces? Creer con todas nuestras fuerzas que Jesús puede y quiere cambiar las situaciones, que puede efectuar un cambio incluso en una condición de pecado crónico, que puede resucitar las relaciones, ¡porque Él mismo es la resurrección y la vida! Así que no pongamos la piedra, no dejemos de esperar y orar. Y, si ya la hemos colocado, quitémosla, según el mandato del Maestro y oremos: situación, relación… ¡levántate en el nombre de Jesús!

p. Giuseppe