IV DOMINGO DE PASCUA (B)

Domingo 21 de abril de 2024
Jn 10,11-18

“Yo soy el buen pastor. El buen pastor da la vida por las ovejas; no como el jornalero – que ni es verdadero pastor ni propietario de las ovejas – cuando ve venir al lobo, las abandona y huye. Y el lobo las arrebata y las dispersa; porque trabaja únicamente por el sueldo y no tiene interés por las ovejas. Yo soy el buen pastor; conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí, así como yo el Padre me conoce y yo conozco al Padre, y don mi vida por las ovejas”.
(Jn 10,11-15)

A lo largo de los siglos, innumerables artistas se han inspirado en una imagen icónica que revela un aspecto de Jesús: el Buen Pastor. Es un título cristológico que sólo se encuentra en el Evangelio de Juan. En griego, el adjetivo kalòs tiene una connotación estética y significa ‘bello’, pero ya en la traducción griega del Antiguo Testamento se usa para traducir la palabra hebrea tov: ‘bueno’, lo que le da un significado de ‘moralmente bueno’, que corresponde al griego agathòs. Por eso, además de ser bueno, también es bello, como dice el Salmo 45: «Tú eres el más hermoso de los hijos del hombre…».

La figura del buen pastor contrasta directamente con la del mercenario (guardián asalariado), que parece un pastor, pero no lo es, ya que las ovejas no son suyas y, en consecuencia, no pone en peligro su vida para protegerlas, sino que huye. El buen pastor, en cambio, conoce a sus ovejas y se deja conocer por las ovejas; llama a cada uno por su nombre, lo que significa captar la esencia de la persona. El conocimiento es, en cierto modo, poder… Se puede utilizar para chantajear (mercenario) o para edificar (pastor). ¡Podemos confiar en el Buen Pastor!

El clímax se alcanza con esta afirmación de Jesús: «¡Yo doy mi vida por las ovejas!». Una afirmación que nos recuerda los sufrimientos del siervo del Señor en Isaías 53,10 y lo que se relata en Marcos 10,45 y Mateo 20,28: «El Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos». En Juan, en lugar del verbo «dar» está «poner, colocar», que transmite el sentido de sacrificar la propia vida, lo que Jesús hizo todos los días de su vida terrena y no solo en la cruz. También recordamos el lavatorio de los pies, un gesto que pertenecía a un esclavo, mientras que Jesús lo hacía como amigo, colocando a sus discípulos en el centro de su corazón.

¡Jesús te ha puesto en el centro de su corazón! Él es el Buen Pastor, el que te conoce, sabe lo que es mejor para ti, quiere dártelo y hacerte feliz. ¡Déjate seducir por su bondad-belleza!

p. Giuseppe