A todos los hermanos y hermanas de los oasis – realidades de la
Koinonía Juan Bautista

¡Cristo ha resucitado!

Querida hermana, querido hermano:

Las lecturas litúrgicas del tiempo de Adviento nos hablan, por un lado, de la gran espera de la primera venida del Mesías entre nosotros, y, por otro lado, nos recuerdan que estamos en el “ya y no todavía”. Este último aspecto, que se refiere a la segunda venida de Jesús, siempre ha sido, en el arco de la historia, intrigante y problemático, a causa de los excesos de subjetivismo en la interpretación de los hechos y eventos acaecidos a lo largo de la historia del cristianismo.

La Iglesia misma, inspirada por las palabras del Maestro, nos hace proclamar cada domingo en el Credo: «de nuevo vendrá con gloria». También el Catecismo de la Iglesia Católica, en el número 675, habla del retorno de Cristo, explicando que antes de su venida gloriosa, la Iglesia deberá confrontarse con «(…) un pseudo-mesianismo en el que el hombre se glorifica a sí mismo colocándose en el lugar de Dios y de su Mesías venido en la carne». Y Jesús, en el contexto de un discurso escatológico, es decir, referente al tiempo de su retorno, nos dirige un fuerte llamado de atención cuando dice: «¡Hipócritas! Saben interpretar el aspecto de la tierra y del cielo, pues ¿cómo no saben interpretar el tiempo presente?» (Lc 12,56).

El Maestro, además de condenar una actitud que encuentra en el ámbito religioso un terreno fértil, la hipocresía, nos anima a discernir el tiempo en que vivimos y por tanto lo que está ocurriendo en este preciso momento de la historia, para poder seguirlo auténticamente a Él. Existe, de hecho, el riesgo de transformarnos en cristianos hipócritas, o sea, que aparentan ser lo que en verdad no son.

A partir de la interrogante de Jesús, desearía, en este contexto de preparación para la fiesta de la Navidad, subrayar un hecho inquietante que atestigua especialmente la criticidad de este tiempo y que muestra la decadencia, a pesar del estándar de vida alcanzado: la difundida cerrazón a la vida. Resulta ya evidente que los creyentes en Jesús son una minoría y que en la cultura de los países occidentales está quedando solo la presunción de conocer a Cristo: se adoptan, eso sí, conceptos típicamente evangélicos, como vida, libertad, amor, unidad…, pero con un significado en realidad diverso de su significado cristiano.

Esta tendencia, lamentablemente, es característica de las culturas que han sido inspiradas por la revelación del Dios que se ha hecho niño, precisamente aquellas que deberían estar más abiertas a la vida, como de hecho lo estaban hasta hace algunos decenios. Este es un termómetro de la fe en nuestras sociedades, que denota desconfianza en la Providencia, falta de fe en la vida eterna y un pensar en sí mismos y en el propio bien inmediato. En una palabra: egoísmo, donde el ego se pone al centro y se considera dueño de la propia vida y del propio futuro.

No podemos dejar de reconocer que en la mentalidad actual imperan ya aspectos de aquel psedo-mesianismo citado en el Catecismo. La cerrazón a la vida, en efecto, en nombre de la libertad y de la emancipación, no puede ser justificada jamás y se vuelve automáticamente cerrazón a Dios, el cual es el Autor. Y una sociedad que pone como base del propio obrar una visión solamente temporal, excluyendo la transcendencia, está destinada al declive: es solo cuestión de tiempo y de ello somos ya testigos.

Queridos amigos, la vida no es algo que se ha de dar por sentado, como nos recuerda también nuestro patrono Juan Bautista, dado a luz aunque parecía imposible. La vida es siempre un don, desde la concepción hasta la muerte, y se ha de favorecer, proteger y vivir plenamente con todo aquello que nos depara.

Tengámoslo presente, sobre todo en este tiempo de Adviento, y promovamos la vida a nivel familiar, comunitario, eclesial y político, sin ambigüedades y sin hipocresía. Acogiendo la vida, acogemos al Niño que nació por nosotros.

Es verdad que no podemos conocer los tiempos de la venida de Jesús en su gloria, pero una cosa es cierta: que regresará y que nuestra actitud debería ser la de esperarlo cada día, tal como nos lo enseña Pablo: ¡Maranathá, ven, Señor Jesús!

A todos les deseo sinceramente una feliz Navidad y un próspero año nuevo.

Even Sapir, 25 de noviembre de 2022

p. Giuseppe De Nardi
Pastor general