DOMINGO DE RAMOS (A)

Domingo 2 de Abril de 2023
Mt 21,1-11

«Sucedió esto para que se cumpliera lo que se había dicho por medio del profeta: «Di a la hija de Sión: ‘He aquí que tu Rey viene a ti, manso, sentado sobre un burro y sobre un borrico, cría de una bestia de carga. (…) Cuando entró en Jerusalén, toda la ciudad se alborotó y dijo: ‘¿Quién es éste?’ Y la gente respondió: ‘Este es el profeta Jesús, de Nazaret de Galilea’».
(Mt 21,4-5.10-11)

La entrada mesiánica de Jesús en Jerusalén es un acontecimiento narrado por los cuatro evangelistas, que ven en ella el cumplimiento de la profecía de Zacarías 9,9: “¡Salta de alegría, hija de Sión, lanza gritos de júbilo, hija de Jerusalén! He aquí que tu Rey viene a ti. Es justo y victorioso, humilde, cabalga sobre un burro, un borriquillo».

A la entrada de Jesús, Jerusalén se agita, literalmente «se estremece». El verbo griego utilizado es séio, el mismo que se emplea para referirse a los terremotos y del que deriva el término actual «terremoto». ¡Pues bien, este verbo se encuentra en los Evangelios sólo en Mateo, refiriéndose a la tierra en el momento en que Jesús muere en la cruz (27,51) y en el momento de su resurrección, cuando un ángel del Señor provoca un gran terremoto y, por miedo, los guardias son efectivamente ‘sacudidos’! (28,4). La gente se pregunta: «¿Quién es éste?» y esta pregunta sobre la identidad de Jesús nos recuerda lo sucedido en su nacimiento, cuando Herodes y toda Jerusalén con él se estremecieron al oír de los Magos acerca de un recién nacido rey de los judíos (2,3).

La aceptación de Jesús como Mesías no se da en absoluto por supuesta. El terremoto espiritual sirve para demoler en nosotros todo lo que no es auténtico, todo lo que no tiene fundamento y en lo que a menudo apoyamos nuestras certezas. También nosotros nos preguntamos: ¿Quién es? ¿Qué quiere hacer ahora, romper nuestra «paz», nuestra «tranquilidad»? Anhelamos la visita del Señor, pero la anhelamos a nuestra manera, anhelamos un salvador, pero a nuestra manera, y nos construimos un dios a nuestra imagen y semejanza. Pues bien, el Señor sacude todo esto, derriba para construir sobre los cimientos correctos: ¡Jesús, el Mesías esperado!

Las multitudes que lo siguen, que lo habían oído predicar y lo habían visto obrar, responden a la pregunta: ¡es el profeta Jesús, de Nazaret de Galilea, el que ha de venir, el enviado, a pesar de proceder de una ciudad sin especial importancia!

¡No temamos, pues, los sobresaltos que provoca la presencia de Jesús, dejemos que se derrumbe lo que no tiene fundamento y recibamos con agrado su visita!

p. Giuseppe