PASCUA DE RESURRECCIÓN (A)

Domingo 9 de Abril de 2023
Mt 28,1-10

«L’angelo disse alle donne: “Voi non abbiate paura! So che cercate Gesù, il crocifisso. Non è qui. È risorto, infatti, come aveva detto; venite, guardate il luogo dove era stato deposto. Presto, andate a dire ai suoi discepoli: È risorto dai morti, ed ecco, vi precede in Galilea; là lo vedrete. Ecco, io ve l’ho detto”. Abbandonato in fretta il sepolcro con timore e gioia grande, le donne corsero a dare l’annuncio ai suoi discepoli. Ed ecco, Gesù venne loro incontro e disse: “Salute a voi!”. Ed esse si avvicinarono, gli abbracciarono i piedi e lo adorarono. Allora Gesù disse loro: “Non temete; andate ad annunciare ai miei fratelli che vadano in Galilea: là mi vedranno”».
(Mt 28,5-10)

Con la muerte de Jesús en la cruz, todos aquellos acontecimientos milagrosos de su ministerio público parecen casi un sueño, un lejano recuerdo del paraíso, que las tinieblas han silenciado. Con estos sentimientos, María Magdalena y la otra María van a visitar la tumba de Jesús. Pero se produce un terremoto, un ángel del Señor retira la piedra del sepulcro y, para su espanto, los guardias quedan inconscientes.

La resurrección de Jesús es el acontecimiento más estremecedor que ha dado la historia, y puso el sello de autenticidad a lo que había sucedido antes. Si la muerte hubiera sido la última palabra, la vida de este hombre, por buena y poderosa que fuera en signos milagrosos, no habría podido dar un nuevo curso a la historia.

En estos pocos versículos, el «mandato» de no tener miedo se repite dos veces, dirigido a «ustedes», es decir, a los que buscan a Jesús. Para los que lo buscan con corazón puro, Él es la fuente del gozo. Jesús mismo, en su saludo a las mujeres, proclama: ¡alégrense! Gracias a la resurrección, el Evangelio es la Buena Noticia. Sin ella, sería una historia fascinante, pero llena de sufrimiento, en la que reina la muerte. Los cristianos no seguimos una doctrina, ni mucho menos una cultura, sino que estamos llamados a participar en la victoria de Cristo que, como primicia, abrió el camino del Cielo. Estamos llamados no sólo a recibir y vivir este anuncio de alegría, sino también a transmitirlo; ¡como las mujeres que, enviadas por Jesús, se convierten en evangelizadoras de los apóstoles!

p. Giuseppe