Una de las grandes alegrías de mi vida ha sido servir al Señor, junto con mi marido. Hace quince años, en un curso Felipe, el Señor transformó nuestras vidas y nos llamó a confiar en Él y a servirle como matrimonio en la Koinonía Juan Bautista. Sabíamos que Dios nos había unido para ser un reflejo de su imagen, para que la gente conociera a Cristo y creyera en Él.

Nuestra experiencia con Jesús fue tan profunda que decidimos confiar plenamente en Él y dejar que guiara nuestras vidas. Decidimos entregarnos a Él y no al mundo y empezamos a vivir nuestra vida basándonos en su voluntad y no en la nuestra. Jamás, ni en un millón de años, pensamos que íbamos a tener una familia numerosa, pero decidimos abrirnos a la vida a pesar de las críticas que recibimos de familiares y amigos por tener muchos hijos en una sociedad que cree que menos es mejor. Dios nos ha bendecido con 6 hijos maravillosos que han traído mucha alegría, plenitud y propósito a nuestras vidas. Están siendo criados conociendo al Señor y siendo testigos de cómo el Señor ha provisto inmensamente para nosotros en todos los sentidos.

Es un honor poder servir al Señor, pero no puedo decir que haya sido un camino fácil. Cuando decides seguir a Jesús, entras en un campo de batalla. Cuando empezamos a servirle a tiempo completo en Koinonía, poco a poco empezaron a venir más y más personas y a entregar sus vidas a Jesús. La comunidad empezó a crecer, pero pronto nos enfrentamos a la oposición de la Iglesia local e incluso de la ciudad donde reside nuestra realidad. Sufrimos críticas y fuimos calumniados. A veces nos sentíamos como si estuviéramos haciendo algo mal porque teníamos fieros opositores al trabajo que estábamos haciendo en Koinonía. Por un lado había cartas de la Iglesia y de la ciudad quejándose de nuestras actividades, pero por otro veíamos los frutos del Espíritu Santo obrando en nuestra comunidad. Se restauraban familias y matrimonios, se rescataba a personas de las manos del enemigo y se entregaban a Jesús. A través de esto, entendimos que estábamos haciendo su voluntad sin importar la oposición. Estábamos en una batalla espiritual, pero una y otra vez la Gracia y la misericordia de Dios nos sostuvieron a través de la tormenta y nos dieron la victoria. El gozo que hemos experimentado al hacer la obra del Señor es mucho mayor que las dificultades a las que nos hemos enfrentado.

Dios es tan misericordioso y amoroso que nos ha ayudado a proteger nuestro tiempo matrimonial y familiar. Hay grandes demandas asociadas con liderar una comunidad de 170 miembros, así que si no tenemos cuidado, es fácil desequilibrar nuestro matrimonio y familia. Sabemos que parte de nuestro trabajo es asegurarnos de que nuestra familia es amada, atendida y cuidada. Si descuidamos a nuestra familia por el ministerio, estamos haciendo más mal que bien, porque nuestro ministerio acabará desmoronándose a medida que se erosione nuestra vida familiar. Estamos aprendiendo continuamente a priorizar, establecer límites y dedicar tiempo a nuestro matrimonio y a nuestra familia. El Señor nos ha bendecido con amigos increíbles en nuestra comunidad que nos han ayudado en numerosas ocasiones con nuestros hijos cuando necesitamos tiempo para centrarnos el uno en el otro y nos han ayudado a aliviar la carga de las tareas cotidianas.

Seguir al Señor no es fácil. Jesús nos advirtió que íbamos a tener persecuciones, pruebas y sufrimiento, pero las bendiciones superan con creces las dificultades. El Señor ha demostrado una y otra vez que Él tiene el control y cuidará de nosotros y de nuestros hijos. Todos los sacrificios que hemos hecho han sido recompensados con creces. Seguir a Cristo y servirle en Koinonía ciertamente vale la pena.

Mayra y Chris Berry