A todos los hermanos y hermanas de los oasis – realidades de la
Koinonía Juan Bautista

¡Cristo ha resucitado!

Querida hermana, querido hermano:

¿Cuál es, en una palabra, el don fundamental que Jesús te ha dado? La respuesta espontánea y teológicamente correcta es: la salvación. Pero queriendo responder de modo personal y más profundo, podemos remitirnos al discurso programático de Jesús referente a su ministerio salvífico. Dando cumplimiento al texto del profeta Isaías, Jesús proclama liberación para los prisioneros y libertad para los oprimidos (cfr. Lc 4,18-19).

El término griego que está en la base de “liberación” y “libertad” es áfesis, que se encuentra muchas veces en la Biblia, pero que no siempre coincide con el concepto de “libertad”. En la mayor parte de los casos, se traduce como “perdón”. Esto demuestra una correspondencia entre el perdón y la libertad evangélica: Jesús nos hace libres a través del perdón del pecado. La libertad evangélica es una condición interior que permite unirse al proyecto de Dios y a su voluntad. Cuando los hijos de Israel estaban esclavos en Egipto, Dios instó al faraón, a través de Moisés, para que dejara partir al pueblo, explicando también el fin: «¡para que me pueda servir!» (Ex 7,26). “Libres” quiere decir por tanto “libres para servir al Señor”, es decir, para acoger el proyecto que Él tiene para nosotros y, por tanto, para amarlo.

Volviendo a la pegunta inicial, el perdón divino es el punto de partida del proyecto salvífico. Del perdón brota la libertad y la libertad es la condición previa para amar. Resulta hermoso ver cómo el Señor, impulsado por nuestras infidelidades, “crea” el perdón para establecer y restablecer la relación de filiación con sus criaturas.

¿Cuáles son los presupuestos para poder recibir el perdón del Señor? Es sencillo: ¡Reconocerse necesitados del perdón y pedirlo! Estas dos condiciones son en sí mismas ya un don del Espíritu Santo. Por este motivo, es importante para el cristiano dedicar un tiempo para hacer introspección, mirar dentro de sí y dejarse guiar e iluminar por el Espíritu en esta toma de conciencia.

Existe, entonces, una dimensión vertical que se refiere al perdón (entre Dios y nosotros), pero hay también una horizontal, la de la relación con los demás. Cada uno de nostros está llamado a ser un canal de perdón, a romper cadenas de resentimiento, de rencor e incluso de odio. ¿Cómo no recordar la respuesta de Jesús a Pedro? No te digo que perdones siete veces, sino que perdones al hermano «hasta setenta veces siete» (cfr. Mt 18,22).

Queridos amigos, lamentablemente, también en el ámbito comunitario, no faltan testimonios de cerrazones, de resentimientos y de rencores en la relación entre los hermanos. Esto se refiere también a personas virtuosas, personas que son fieles a la oración y a los compromisos comunitarios, pero que no crecen en la característica propia del cristiano, la de perdonar. Aprovechemos, pues, este tiempo de gracia, la Cuaresma, para dejarnos guiar y liberar por el perdón del Señor. Dejemos que el Espíritu Santo nos convenza para así reconocer todo aquello que obstaculiza nuestra relación con Él y que nos tiene, en poca o mayor medida, prisioneros y encerrados en nosotros mismos. Hagámonos ayudar en esto por la abstinencia, ayunos, renuncias, pero ante todo por un recuperado deseo de estar en la presencia de Jesús y de renovar nuestra amistad con Él a través de la oración, teniendo presente que el ayuno que agrada al Señor consiste en «soltar las cadenas injustas, desatar las correas del yugo, liberar a los oprimidos» (Is 58,6). Cuando perdonamos, liberamos nuestro corazón y también el del hermano; abrimos sepulcros que encubren relaciones deterioradas y permitimos que resurjan; participamos del atributo divino que mejor expresa el corazón de Dios: misericordioso; cumplimos el mandamiento de Jesús: «Sean misericordiosos, como su Padre es misericordioso» (Lc 6,36). Perdonar es el mejor modo para expresar la gratitud por el perdón recibido.

Con el deseo de que sea un provechoso tiempo cuaresmal para ustedes, para sus familias y para toda la Koinonía, les deseo una gozosa Pascua de libertad en el Señor Resucitado.

Even Sapir, 16 de febrero de 2023

p. Giuseppe De Nardi
Pastor general