XXVII DOMINGO DEL T.O. (A)

Domingo 8 de Octubre de 2023
Mt 21,33-43

«Cuando venga el señor de la viña, ¿qué hará con esos viñadores?». Ellos le respondieron: «A esos malvados, los hará morir miserablemente y arrendará la viña a otros viñadores, que le entregarán el fruto a su debido tiempo.» Jesús les dijo: «¿Nunca leyeron en las Escrituras: ‘La piedra que desecharon los constructores se ha convertido en la piedra angular; esto lo ha hecho el Señor y es una maravilla a nuestros ojos? Por eso les digo que el Reino de Dios les será quitado y dado a un pueblo que producirá sus frutos'».
(Mt 21,40-43)

Un relato triste y rebuscado el de la parábola de los campesinos asesinos, un enfrentamiento entre el bien y el mal, entre una confianza que no tiene límites y una codicia insaciable que no se detiene ante nada.

El diálogo entre Jesús y sus oyentes termina con una frase de traspaso: «El reino de Dios les será quitado y entregado a un pueblo que producirá sus frutos».

Hay que subrayar, sin embargo, que son los campesinos que trabajan en la viña los que son sustituidos, no la viña en sí, que, según Isaías 5, es la casa de Israel. Por tanto, no hay teología de la sustitución, su vocación permanece inalterada, ya que «los dones y la llamada de Dios son irrevocables» (Rm 11,29).

De hecho, del texto se desprende claramente que no la cultivaron adecuadamente y que su único interés era apoderarse de ella en detrimento del propietario.

En esta alegoría, vemos la historia del pueblo elegido, que a lo largo de los siglos persiguió a los siervos del Señor, es decir, a los profetas -enviados precisamente para llamar al pueblo a la justicia y a la observancia de la Ley- y, por último, a Su Hijo.

De esta parábola extraemos una advertencia también para cada uno de nosotros, que nos profesamos cristianos: en lugar de sentirnos privilegiados y honrados de servir en la viña del Señor, podemos caer en la tentación generalizada de adueñarnos de ella, de sentirnos no ya siervos inútiles, sino amos, de nuestra vida, de nuestro cuerpo, de los que están con nosotros…

Que de nuestro corazón surja siempre la oración al Señor: «¡Conserva en mí la gracia de reconocerme siervo inútil; que nunca entre en competencia contigo, que eres el Hijo, pues por Ti recibo la gran herencia de la filiación!».

p. Giuseppe